Se llama Gregorian Bivolaru, tiene 70 años y era conocido por sus víctimas como Grieg. Es el fundador y líder de una organización de yoga que, en teoría, ayudaba a controlar, a través de la práctica, las energías eróticas. Sin embargo, de gurú espiritual tenía más bien poco y lo que este hombre era en realidad (lo que sospecha la policía) es el cabecilla de una red que captaba mujeres con las que organizaba orgías y a las que obligaba a mantener relaciones sexuales.
Un total de 40 personas, incluido Bivolaru, fueron detenidas en Francia este martes e interrogadas dentro de una investigación que se remonta a 2022, según han revelado los medios franceses Libération y RFI. En la operación participaron más de 170 agentes y las detenciones se produjeron en París, pero también en el sudoeste del país.
La fiscalía les acusa de los siguientes delitos: secuestro en banda organizada, abuso de debilidad, violación y trata de seres humanos en banda organizada. De los detenidos, hay 26 mujeres, a las que se ha dejado en libertad y que se cree que eran víctimas. En el momento de la detención se encontraban «hacinadas y con un estado de higiene deplorable», ha señalado una fuente policial a la agencia AFP.
Bivolaru estaba condenado por violación en Rumanía, de donde es originario. Así lo ha revelado el diario Libération, que ya denunció en septiembre que esta secta estaba en el punto de mira de la policía. Su club de yoga tántrico se hacía llamar Misa (Movimiento para la Integración Espiritual en lo Absoluto), se creó en los 90 y estaba presente en una treintena de países, sobre todo europeos, con filiales en París, Niza y Poitiers.
‘Grieg’ y sus discípulos enseñaban el «tantra yoga» con «el objetivo de condicionar a las víctimas a aceptar relaciones sexuales mediante técnicas de manipulación mental destinadas a eliminar cualquier noción de consentimiento», han explicado fuentes de la investigación a AFP. Tenían una red de escuelas por distintos países y a los investigadores admiten que «es difícil calcular el número de adeptos», han dicho estas fuentes.
A Bivolaru la Interpol llevaba seis años buscándolo. Captaban a las mujeres y les lavaban el cerebro: eran años de adoctrinamiento y al final sus capacidades quedaban anuladas. El medio Libération ha recogido testimonios de algunas. Una de ellas cuenta cómo se metió en esta secta: «Me llamaba la atención el tantra. Había muchas enseñanzas sobre las energías, los dioses, los ángeles y demonios. Era algo nuevo, excitante e intrigante. Era joven y muy vulnerable, acababa de salir de la universidad».